¡Nosotros también felicitamos al Museo Guggenheim por su XX aniversario!

Han cumplido con el sueño de todos los visitantes del Museo Guggenheim Bilbao. No hay más que ver el complejo de ‘La materia del tiempo’ para sentir el deseo de pegar un grito, chasquear los dedos, dar un par de palmadas… «Es una provocación. Imposible evitarlo. Es La materia del tiempo, sí, pero también La materia del sonido. Uuuuh, aaaah, eeeeh. Todo el mundo vocea algo así, con más o menos discreción, cuando llega», confiesa Enrique Azurza, director artístico de la Sociedad Coral de Bilbao. Razón de más para recordar la experiencia que vivieron en la sala 104 del coloso de titanio. Un espacio muy popular con 130 metros de longitud y 30 de anchura. Son los dominios de las ocho esculturas de Richard Serra. Monumentales, zigzagueantes y rebosantes de sensualidad. «Te invitan a tocarlas, a dejarte envolver por sus paredes… A recorrer su formas y cantar, cantar…», insiste Arzuza.

Se le ha quedado grabado el sonido redondo que propician las planchas de acero. Envolvente y cálido. «Perfecto para una pieza como Txoria txori, de Mikel Laboa, en armonización de Javier Busto». Así lo pensaba y así lo pudieron confirmar los 60 miembros de la Sociedad Coral de Bilbao que acudieron a la cita en el Guggenheim. Interpretaron varias veces el clásico del cantautor donostiarra, dentro de los pasillos sinuosos que dan forma a ‘La materia del tiempo’.

«Pasamos un buen rato y los minutos volaron». Tanto, tanto que la actuación –breve en principio– se alargó «un buen rato» porque el público se negaba a marcharse. Los fans nunca tienen bastante. Y allí, lo eran todos. Gente que no salía de su asombro. Ninguno de ellos sabía que el Guggenheim acogería un concierto. Eran meros visitantes del museo, con los ojos llenos de luz y formas. Lo mismo de Oteiza que de Rothko o de Kooning. Hasta que les llegó la música. ¿Quién canta? ¿De dónde vienen esas voces? Todos echaron a correr y se arremolinaron delante de la Coral, mientras los compases de Txoria txori cobraban vida y planeaban por las alturas.

Paz, paz, paz. Se respiraba paz. «Era como estar en una catedral. Había gente que, incluso, se animó a cantar con nosotros. Una alegría, no te puedes imaginar. ¡Era lo que buscábamos! De hecho, por eso elegimos una pieza tan popular. Tiene un mensaje de amor y de libertad. Todo el mundo se identifica con ‘Txoria txori’». El director de la Coral se emociona de solo evocarlo. Es más, está convencido de que el propio Mikel Laboa, tan vanguardista y rompedor, habría aprobado la interpretación de la canción, «a pesar de que, je, je, no le gustaban nada los coros».

Entre los espontáneos que aplaudieron con un nudo en la garganta, no pasaron desapercibidos el cineasta vitoriano Juanma Bajo Ulloa y Borja Sémper, portavoz del Partido Popular en el Parlamento Vasco, que estaba acompañado de su pareja, Bárbara Goenaga. Tanto se caldeó el ambiente que hasta salió de su despacho el director del Guggenheim, Juan Ignacio Vidarte, para disfrutar del momento. Los coralistas echaron el resto: le cantaron Agur Jaunak. Isabel Urrutia

 

 

 

 

 

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Coral de Bilbao