Ópera vasca: tan cerca, tan sugerente y a veces tan olvidada.
Juan Ángel Vela del Campo
No es un sueño, es una realidad. El proyecto de recuperación de la ópera vasca que ha propuesto la Asociación Musical Andekazaleak tiene un aire utópíco y entra de lleno en lo que se conoce, a niveles populares y afectivos, como una “bilbainada”. Produce asombro e ilusiona, sobre todo al comprobar que está sustentado por unas fuertes dosis de estudio e investigación y por unos más que estimables criterios de solidez científica. El apoyo de un músico tan relevante en este terreno como Jesús María Sagarna es fundamental. El periodo de exploración temporal se extiende desde 1884, con Pudente, de Santesteban, a 1920, con Amaya, de Jesús Guridi. No se agota la ópera vasca en ese intervalo de tiempo pero el conocimiento y la familiarización con los 23 variados fragmentos -arias de tenor o soprano, dúos, coros, preludios orquestales,…- de las 11 obras seleccionadas, que pertenecen a 9 compositores, va a facilitar e impulsar una perspectiva más amplia de la ópera vasca en general, tan desconocida en muchos sectores como imprescindible en la visión cultural y sociológica del género lírico-teatral por excelencia. El programa encaja a las mil maravillas en las características vocales del tenor abadiñotarra Andeka Gorrotxategi. Algo de ello ya se ha podido comprobar en su reciente actuación en el Teatro de La Zarzuela de Madrid como José Miguel en la zarzuela El Caserío de Guridi. La música parecía pensada para la voz y el estilo de Andeka. Su participación y la de la soprano bilbaina Ana Otxoa son una garantía de autenticidad en el desarrollo de este proyecto. La Asociación Musical Andekazaleak ha acertado de pleno. No olvidemos que, en cierto modo, es la heredera de una organización similar vinculada a la admiración por el tenor canario Alfredo Kraus, del que se acaban de cumplir en setiembre 20 años de su fallecimiento. Kraus ha sido además un ídolo de Andeka desde sus primeros pasos como cantante. Al hilo de la memoria y las efemérides conviene rcordar también que el pasado noviembre se cumplieron 100 años del fallecimiento en México del histórico tenor bilbaino -o de Ortuella, que en eso hay división de opiniones- Florencio Constantino, que incluso alternó en algunos repartos en su día con el mismísimo Caruso, y al que le han levantado este año un monumento en Argentina. Todo, pues, parece juntarse en esta ensalada de afectos: los tres tenores -ojo, Florencio Constantino, Alfredo Kraus y Andeka Gorrotxategi; no otros-, la reivindicación de la ópera vasca (Mirentxu, de Guridi, se ha cantado en euskera en noviembre en Madrid) y, por encima de todo, el esfuerzo de Andekazaleak para poner las cosas en su sitio desde un enfoque cultural y linguístico. Fundamental en este proyecto es la Sociedad Coral de Bilbao, pues gracias a una decisión suya para celebrar su 25 aniversario se estrenaron en un tiempo record seis óperas vascas, de las cuales tres están presentes en este programa. En 1909 se puso en escena Maitena, de Etienne Decrept y Charles Colin, y en 1910 vieron la luz Mendi Mendiyan, de José Power y José María Usandizaga, y la ya citada Mirentxu, de Alfredo de Echave y Jesús Guridi. Practicamente la mitad del concierto y del disco asociado -11 de los 23 fragmentos seleccionados- se centra en estas tres obras. La aventura de la ópera vasca se planteó como una reacción de identidad y reafirmación de los valores culturales específicamente vascos, en un momento histórico en el que se suprimieron los fueros en 1876. Bilbao adquirió un protagonismo especial en las dos primeras décadas del siglo XX. En la década de 1930 la atención lírica se desplazaría hacia la zarzuela. La excelente musicóloga María Nagore ha estudiado con precisión estos movimientos en su libro “La revolución coral. Estudio sobre la Sociedad Coral de Bilbao y el movimiento coral europeo (1800-1936)” Sus opiniones son clarificadoras: “Lo increible de las temporadas de ópera vasca organizadas por la Coral entre 1909 y 1911 es el óptimo resultado conseguido en forma absolutamente local: las obras fueron encargos de la Coral, los solistas proporcionados por la sociedad e incluso los libretistas, escenenógrafos y directores de escena. Esto muestra el grado de entusiasmo que se puso en la empresa que no hubiera salido adelante además sin la participación de personalidades como Guridi, Usandizaga, Echave, Power, Gortázar o Inchausti… En aras de conseguir la mayor calidad posible un año antes se había llevado a cabo una renovación completa de las voces del coro, el pintor y escenógrafo Eloy Garay viajó a la capital francesa para inspirarse en las nuevas tendencias utilizadas en la Ópera de París y el conocido pintor Aurelio Arteta se encargó de los carteles” La primera ópera vasca se estrenó, no obstante, en San Sebastián. Fue Pudente, un título ambientado en las minas de Riotinto, en Huelva, y con los romanos hablando en euskera. EL estreno se realizó en el Teatro Circo el 25 de febrero de 1884, durante el Carnaval donostiarra, y está basado en un texto de Serafín Baroja, padre del escritor Pío Baroja, abuelo de Julio Caro Baroja y traductor al euskera de Shakespeare y Calderón, además de ingeniero de Minas. En cuanto al compositor José Antonio Santesteban, natural de San Sebastian, fue amigo íntimo de Bizet durante su estancia en París, destacó como un gran pianista y organista, llegando a ser maestro de capilla en la basílica de Santiago de Bilbao y Santa María de San Sebastian. Unicamente otra ópera incluida en el programa se estrenó en el siglo XIX. También en San Sebastian, y en su integridad tras varios estrenos parciales, subió a escena el 6 de enero de 1899 en el Centro Católico la popular Txanton Piperri. Su compositor, Buenaventura Zapirain, nacido en Lekeitio, es el primer vizcaino que se incorpora a la historia de la ópera vasca. Con el mismo libretista, Toribio Alzaga, de San Sebastian, trabajaría en Anboto, estrenada en el teatro Arriaga de Bilbao el 20 de mayo de 1909, casi pisándose los talones con Maitena, cuyo estreno tendría lugar el 29 de mayo de 1909, en el teatro Campos Eliseos, de Bilbao, y que marcaría el brillante comienzo del periodo con protagonismo destacado de la Sociedad Coral de Bilbao. Su autor, Charles Colin, es natural de Ziburu (Ciboure) y está apoyado en el libreto por Etienne Decrept. Tres títulos de ópera vasca con fortuna desigual se han barajado para el programa de la primera década del siglo XX antes del emblemático año 1910. Erramuntxo, que al parecer no se llegó a estrenar, se inspira en el escritor francés Pierre Loti y en su novela Ramuntcho, basada la experiencia sentida en una visita a la región labortana del País Vasco. El libretista, Pepe Artola, fue un actor muy popular además de poeta y bertsolari. En cuanto al compositor, Ignacio Fernández Eleizgaray, natural de Azpeitia, fue un excelente organista, teniendo siempre un especial apego a la música religiosa. Iziar, ópera en dos actos del compositor Miguel Oñate, fechada en 1906, con libreto de Elias Gorostidi, no se llegó a estrenar hasta el 16 de mayo de 1998 en Urnieta, Guipuzcoa, gracias a una transcripción de la compositora Zuriñe Guerenabarrena. En cuanto a Bide Onera, del compositor Aureliano Valle y el libretista Alfredo de Echave, bilbainos ambos y ligados intensamente a la Sociedad Coral, se compuso primero como zarzuela, estrenándose en Bilbao con mucho éxito y gozando de bastantes reposiciones. Obvio es subrayar la enorme importancia en el desarrollo de la ópera vasca de dos compositores tan extraordinarios como Jesús Guridi y Jose María Usandizaga. Del primero, nacido en Vitoria, se incluyen en el programa Mirentxu, con libreto de Alfredo de Echave, y Amaya, con libreto del guipuzcoano Jose María Arroita Jauregui. Del segundo, nacido en San Sebastian, Mendi Mendiyan, con libreto del dramaturgo de postín José Power. Las tres se estrenaron en Bilbao, dos de ellas en el Teatro de los Campos Eliseos en mayo de 1910, y Amaya en el Coliseo Albia en mayo de 1920. Son, por unas u otras razones, tres obras capitales de la ópera en euskera, a las que siempre se recurre como modelos de referencia. Nos queda unicamente en esta visión panorámica Oleskari Zaharra, estrenada en Oñati el 4 de setiembre de 1918 con libreto y música de José Olaizola, nacido en Hernani, y, como escribe Natalie Morel Borotra en su libro La ópera vasca (1884-1937), “improvisador de talento en el órgano, intérprete de txistu, autor de un centenar de obras religiosas y profanas, pedagogo, conferenciante y autor teatral” Estuvo ligado además a la Sociedad Coral de Bilbao antes de integrarse en el Orfeón Donostiarra. Su denominado originalmente “idilio vasco” de 1918 se transformó en “ópera vasca en tres actos” con una versión finalizada al completo el 6 de junio de 1957, que se añade a la lista de referencias del género. El recorrido mostrado de la ópera vasca es, pues, bastante completo y sugerente. Induce a la reflexión, al descubrimiento y, qué duda cabe, al placer. La memoria musical, tan cercana y a veces tan descuidada, renace con fuerza gracias a iniciativas tan osadas y necesarias como la que ha planteado la Asociación Andekazaleak.